miércoles, 16 de julio de 2014

Llegada y primeros días en Portland.

16 de Julio de 2014.

Llegada y primeros días en Portland.

Sin duda hay  muchos motivos por lo que uno puede decidir visitar Los Estados Unidos. Solo una ciudad como New York lleva al país a millones de visitantes cada año y merece una estancia superior a una semana. A ello se pueden añadir otras grande ciudades, tales como, Los Angeles, Chicago, Boston, S. Francisco...etc.....

En nuestro caso el detonante del viaje fué la asistencia a una boda cerca de Portland (estado de Oregon) en el Noroeste del país. En esta ocasión los miembros de la expedición somos la propia familia: es decir, nuestro hijo David, Ana y quien les cuenta esto. Un amigo de David durante su etapa en el baloncesto se casaba y tanto nuestro hijo como nosotros estábamos invitados pues ademas de conocer al novio también habíamos conocido a sus padres cuando le visitaron en Asturias.

Así que, aprovechando las circunstancias, empezamos a diseñar un viaje de un mes de duración para visitar una parte del país.

Ya que estábamos en el Noroeste del país decidimos visitar esa zona y sus parques naturales. Un inconveniente de las fechas en las que íbamos es que era plena temporada alta por lo que los precios son más altos y en muchos lugares (sobre todo parques) conviene reservar con antelación para poder obtener alojamiento. Por lo tanto, lo primero fué idear un itinerario, decidir donde pasar cada noche y reservar en los lugares elegidos. No es la forma que preferimos para viajar pues siempre es mejor ir sobre la marcha y parar donde uno quiera el tiempo que desee.

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Tras el fallecimiento de mi padre, y en honor a su recuerdo, seguiremos contando este viaje mi madre y yo. Además no hay mejor manera de ilustrarlo que el legado (uno de tantos) fotográfico que nos dejó. Aprovechamos también para cambiar la dirección del blog, antes conocido como losdelasrubiasylaprincesa.blogspot.com

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La primera noche que teníamos reservada era en Portland. Enclavada prácticamente entre los ríos Willamette y Columbia, Portland es un importante puerto fluvial que potencia su economía, siendo también la sede de Nike o Intel. Además es conocida como la ciudad verde, gracias al aprovechamiento de recursos naturales y la adaptación de estos a una arquitectura urbana de lo más moderna. Amplias avenidas (muy limpias por cierto), muchas zonas verdes y edificios vanguardistas son el sello de esta ciudad de 600.000 habitantes que te reciben como si fueses de la familia.

Llegamos a la ciudad a medianoche, y enseguida cogimos un taxi para dirigirnos al University Place Hotel, en medio del barrio universitario, lugar muy recomendable para hospedarse dada su ubicación, a menos de 1 km del centro, tranquilidad, oferta de restauración y también los precios son sensiblemente más bajos que en el centro de la ciudad. En ese trayecto nocturno en el taxi ya nos dimos cuenta por qué Portland es una de las dos ciudades del futuro (junto con Seattle). En el hotel nos dieron enseguida la llave y nos obsequiaron con unos pasteles calientes típicos de la ciudad, que dada la hora que era, y que únicamente habíamos ingerido la precaria cena del avión, aceptamos de buen gusto.

Teníamos pensado levantarnos más tarde, pero no sabemos si por el desfase horario, o por las ganas de empezar a explorar el país, al amanecer ya estábamos todos despiertos. Después de un desayuno típico americano, salimos del hotel con la idea de dar un primer paseo que supusiera una primera toma de contacto con la ciudad, no muy largo, pués habíamos quedado para comer con los novios, los cuales sacaron tiempo para pasar la tarde con nosotros dos días antes de casarse. Nos dirigimos a la orilla del río Willamette, en el barrio universitario, y vimos un pequeño puerto deportivo y los puentes que habiamos cruzado en el taxi la noche anterior.





La verdad es que la primera impresión fue de grandiosidad, por ver esos puentes, edificios y largas avenidas con tanto espacio libre. Además es una ciudad en la que pudimos observar como se ha integrado perfectamente en la naturaleza que la rodea. Avanzando por la ribera del río, nos sorprendió que casi toda la gente con la que nos cruzamos nos daba los buenos días, algo extraño en una gran ciudad, y también observamos que es una ciudad totalmente adaptada a la circulación en bicleta...u otro tipo de medios de transporte menos convencionales.



















La que verdad que en esa zona del río había mucha actividad, dada la hora y el tipo de actividades. Mucha gente en bicicleta, corriendo, en canoa por el río o simplemente corriendo. Decidimos llegar hasta el famoso Steel Bridge que conecta el Downtown de la ciudad con con el Centro de Convenciones y el Moda Center, estadio de los Portland Trail Blazers de la NBA. Allí pudimos ser testigos posiblemente el tren de mercancías más grande que hasta entonces habíamos visto. Perdimos la cuenta cuando llevábamos más de 50 vagones, y cuando nos fuimos aún no había terminado de ciruclar. En ese momento nos dimos cuenta de que en Estados Unidos era todo a lo grande.

































Una visita la zona del estadio de la NBA, y volvimos rápidamente al hotel para darnos una ducha y comer con nuestros amigos.

Habíamos quedado en el centro de la ciudad, y una vez pasado el reencuentro, nos pusimos en sus manos para que nos recomendaran algo típico de Portland. Nos dijeron que no hay nada más típico que los Food Carts de Portland, puesto de comida en la calle en los que se degusta todo tipo de manjares. En un principio se puede venir a la cabeza la idea de comida rápida (o basura), pero nada más alejado de la realidad. Se trata de restaurantes móviles en los que se sirve comida de cualquier nacionalidad y además de alta calidad, a un precio más bajo claro, no invierten en locales, cubiertos ni camareros.


En este enlace (en inglés) hay toda la información http://www.foodcartsportland.com/

Oregon, además de por sus bosques que surten de madera a muchos otros Estados, es famoso también por ser el Estado cervecero por excelencia, así que, después de comer, nos llevaron a un lugar al que no hubiésemos ido ni por asomo de no conocer a alguien de allí. The Lucky Lab, un bar, bodega, o como queráis denominarlo, en el que se pueden degustar infinitos tipos de cerveza, incluso tienen "tablas" de 6-12-18...degustaciones de cerveza en los que puedes escoger cuáles quieres probar.












Después de un primer día en el que probamos la gastronomía típica de la zona y establecimos un primer contacto, volvimos al hotel con un par de recomendaciones: El Rose Garden y el Japanese Garden. Dicho y hecho, lo primero que hicimos al día siguiente fue dirigirnos al Washington Park, uno de los pulmones de la ciudad, y donde se encuentran ambos jardines. Primero visitamos el Rose Garden que, en comparación con el resto de lo que habíamos visto, sus dimensiones no son tan grandes. Eso sí, está plagado de todo tipo de rosas, de todos los colores, tamaños y todas en perfecto estado.






El jardín japonés es mucho más grande y, desde mi punto de vista, tiene más interés. El recorrido es bastante grande y la verdad es que es de película, grandes, bosques, estancos, cascadas...las imágenes hablan por si solas:


















Una vez visitados ambos jardines (se pierde fácil una mañana entera) nos disponíamos a volver a la ciudad, pero nos encontramos con por el medio de aquel parque apenas circulaban taxis, pero cual fue nuestra sorpresa cuando vimos un autobús que paró prácticamente para preguntarnos a dónde queríamos ir. Al decirle que íbamos a la ciudad nos dijo que nos montáramos, pero lo más sorprendente de todo es que ese autobús era gratis. La última parada del autobús era al Noroeste de la ciudad, y decidimos ir caminando hasta la zona del hotel para atravesar el barrio chino, el barrio judio y pasar por el centro antes de llegar a la zona el hotel para comer. Comimos en la propia ribera del río Willamette, en un restaurante que se McCormick & Schmick's, allí comimos posiblemente el mejor salmón al horno que habíamos probado hasta la fecha. En ese momento desechamos los tópicos sobre la comida americana. Obviamente hay la posibilidad de ingerir comida basura si se quiere (como en cualquier ciudad española) pero en los restaurante se come realmente bien, y tienen mucha variedad.















Por la tarde nos acercamos nuevamente al centro para realizar algunas compras (en Oregon no hay IVA) y admirar un poco la moderna arquitectura de la ciudad.









No tuvimos muchas horas, puesto que era el día de la boda uno de los eventos principales era una cena un exclusivo restaurante de la ciudad a la que estaba invitado el círculo más cercano de los novios. Y allí se cena mucho antes, estábamos citados a las 18:30. Volvimos al hotel para prepararnos y una vez en el restaurante había un cóctel de bienvenida, en el que servían todo tipo de bebidas. La cena consistió en una larga sucesión de platos de todo tipo, y todos ellos deliciosos. Nos fuimos relativamente pronto porque al día siguiente era la boda y aún queríamos acercanos al centro para cerrar alguna que otra compra, y además teníamos que acercarnos a recoger el coche de alquiler que usaríamos a partir del día siguiente. A la mañana siguiente, una vez ya con el coche, fuimos caminando y repetimos el paseo del primer día por la ribera del día, con la sorpresa de que era día de mercado. Una infinidad de puestos, música en la calle y gente de todas las razas y culturas daban un colorido especial a las largas avenidas. Disfrutamos un poco del ambiente, nos tomamos algo en una terraza, volvimos a comer ese excepcional salmón y vuelta al hotel para engalanarnos para la boda.










Una vez estuvimos trajeados, pedimos un taxi para que nos llevara a Vancouver, en el estado de Washington, no en Canada. Se trata de una pequeña población justo en la frontera que delimita el río Columbia entre los estados de Oregon y Washington. La boda era un rancho que estaba a las afueras de esta población. También de película. Grandes praderas, bancos al aire libre y una ceremonia muy emotiva, y calurosa, dieron paso al banquete. Ya avanzada la noche pedimos otro taxi, que tardó en llegar desde tan lejos, para volver al hotel y descansar unas horas antes de poner rumbo a Seattle.



















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