domingo, 20 de julio de 2014

Seattle

SEATTLE


Al día siguiente de la boda nos levantamos bastante antes de lo esperado. Lo malo que un pequeño olvido de llaves dentro de la maleta nos hizo tener una pequeña odisea entre los recepcionistas, nosotros, petición de cizallas que no cuajó... y al final no quedó otra que romper la cremallera, pero bueno, nada de lo que después no nos riéramos. Último desayuno potente en el hotel de Portland y carretera a Seattle. El viaje se hace bastante corto. Ayuda que los paisajes, tanto del estado de Oregon, como del de Washington son una maravilla, largas praderas verdes, bosques frondosos y, la verdad, poco tráfico, hacen que el trayecto, de unas 2 horas y media, se haga bastante corto.

En la anterior entrada comentaba que tanto Seattle como Portland son denominadas las ciudades del futuro, pero, si bien Portland hace honor a esta definición, realmente Seattle es una ciudad que se caracteriza por ello. También es un gran motor económico, lo cual se nota en el poder adquisitivo de sus habitantes y en el nivel económica de la ciudad, no obstante es, o fue, sede de alguna de las más grandes multinacionales del mundo; Boeing, ahora en Chicago, tuvo su sede central en Seattle durante muchos años; la sede central de Microsoft está a sólo 26 km (tanto Bill Gates como Paul Allen son oriundos de esta ciudad), la primera cafetería de Starbucks inició su actividad en el Pike Place Market, en pleno centro de Seattle, que a día de hoy se mantiene, Amazon también tiene sus oficinas centrales en Seattle. Todo esto ayuda a entender el porqué de su refinada arquitectura, sus elegantes avenidas, tiendas y restaurantes, que además congenian perfectamente con los espectaculares paisajes que rodean a la ciudad. Además, también es unos de los puertos más importantes de EEUU, siendo la principal entrada en el país de las mercancias procedentes de Asia y, por si fuera poco, enclave fundamental en la cultura musical, siendo la cuna de artistas de la talla de Jimi Hendrix o Kurt Cobain, así como ser considerada la cuna de la música Grunge.

Sabiendo todo esto, es imposible no sugestionarse y hacerse grandes espectativas sobre esta ciudad. Sin embargo, nuestra llegada a ella no pudo impactarnos más ni ser mejor. De película. Mientras sonaba New York New York, de Frank Sinatra (juro que fue casualidad) en la radio, nos fuimos aproximando al Downtown de la Ciudad, viendo como una sucesión de rascaciones y de los edificios más vanguardistas que habíamos visto se agolpaban contra el paseo marítimo en el cual la bahía rompía las pequeñas olas que llegaban desgastadas tras tanto recorrido desde el océano.

 










Tras dar un par de vueltas con el coche (que tampoco nos supusieron mucha molestia, porque estábamos admirando la ciudad) llegamos a nuestro hotel. El Inn at Queen Anne, situado justo al lado del Seattle Center (que no el centro de Seattle). Quizá un poco antiguo el hotel, pero muy acogedor, con habituaciones amplias y muy bien situado. El Seattle Center se trata de un complejo que acoge el famoso Space Needle (el edificio más emblemático de la ciudad), el Experience Music Project, que es un museo dedicado a la música, del cual hablaré más adelante, y un sinfín de atracciones y edificios futuristas, incluído el Key Arena, estadio del extinto equipo de la NBA Seattle Supersonics.
















Una vez dejamos las maletas en el hotel, fuimos a comer a algún sitio cercano, puesto que ya se nos iba haciendo tarde. Acabamos en un mexicano que estaba justo en frente. Pedimos unos platos sencillos regados con un vino argentino, y de postre unos mojitos. La camarera flipaba y nos decía que los españoles éramos muy bravos. Supongo que era porque no es muy habitual que en domingo le pidan una botella de vino y unos mojitos. De todas formas más adelante habrá alguna anécdota más relativa al vino...

Como estaba lloviznando decidimos ir a ver el Acuario, que se supone que es uno de los mejores del mundo, y de paso compramos unos chubasqueros. Los que vean Anatomia de Grey sabrán que en Seattle casi siempre llueve...

El acuario no está mal, pero realmente no es algo impresionante. Por ejemplo del de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencias está bastante mejor. De todas formas, el paseo nos sirvió para pasear entre los edicios que nos impresionaron tanto a nuestra llegada en coche, así como dar el primer rodeo por el paseo marítimo, y darnos cuenta de que Seattle es una ciudad que respira cultura.










Tras salir del acuario, como ya no llovía, volvimos a dar una vuelta por el paseo, encontrándonos con escenas bastante auténticas, que representaban tanto la diversidad étnica que hay en la ciudad, como sus valores culturales.








 





Después de nuestro segundo paseo por los muelles, sin un destino fijo, pusimos rumbo al hotel, a píe, sin saber que nos esperaba, posiblemente, uno de los platos fuertes de todo el viaje. Tras recorrer unas cuantas calles, pasamos por delante de un local llamado Tula's Restaurant, que ponía que había actuaciones de Jazz en vivo. Con cierto escepticismo nos acercamos a la puerta a preguntar y nos dijeron que a las 8 de la tarde (eran las 7:15) comenzaba una actuación y que podíamos cenar allí mismo. Nos tomamos una cerveza en un bar de al lado y poco antes de la hora de la actuación entramos en el local. 

Ciertamente no esperábamos nada así ni por asomo. Nada menos que toda una Big Band (al menos 20 músicos) tocando en directo mientras cenamos (bastante bien). El precio de la actuación son 8 dólares persona (unos 5 euros por aquel entonces, ahora el euro y el dolar están mas igualados) y la cena, con vino y cócteles después, salimos a unos 30 euros por persona. Muy buen precio teniendo en cuenta la comida, que era buena, pero sobre todo el espectáculo que nos brindaron durante hora y media ininterrumpida de Jazz de muy alta calidad.




 
 
 
Tras esta maravillosa experiencia continuamos en dirección al hotel para reponer fuerzas. 

Al día siguiente fuimos a desayunar al restaurante mexicano, que tiene cafetería, y tenía buenas ofertas. Bastante bien. Fuimos andando otra vez a la zona de la bahía, pero esta vez nos dirigimos al otro lado, alejándonos del centro, y fuimos a dar con la naturaleza de bruces; nada más y nada menos que una especie de playa, o cala, en la que las focas van a dar a luz. No tuvimos tanta suerte de verlas, puesto que no era la época, pero nos dimos un paseo por allí, donde también un parque y mucha, mucha zona verde.


Volvimos sobre nuestros pasos y fuimos en dirección al Pike Place Market. Este mercado está activo desde 1907 y es una de las grandes atracciones turísticas de la ciudad, además de ofrecer un sinfín de productos; desde alimentación, arte callejera o cualquier instrumento musical, tiendas de mapas...todo un espectáculo. Comentar por cierto, que en el estado de Washington tiene un alto nivel de alimentación en general, y en concreto muy buen género en cuanto a pescados y fruta.




Este día comimos en un restaurante boliviano que estaba en frente del mercado, y la verdad es que estuvo bastante regular, aunque al menos ofrecía buenas vistas del mercado, y del primer Starbucks de la historia. Después de comer nos adentramos en el centro financiero de la ciudad y cogimos el monorail, que es una especie de tren que viaja entre los edificios y que conecta el centro financiero con el complejo Seattle Center, donde teníamos el hotel.












 Después de descansar un poco en el hotel nos sumergimos en la experiencia Ride the Duck. Se trata de un medio de transporte híbrido que te transporta tanto por carretera como por mar. De esta manera se visita la ciudad por sus calles y también por la bahía. Es bastante recomendable. Lo peor: el conductor, que resulta un poco cargante intentando transportarte a un ambiente archifestivo, como si fuese un conductor de un campamento de verano para niños. Intentamos obviarlo lo máximo posible porque la verdad es que las vistas si merecían la pena.
  


(cómo se puede observar, íbamos en la última fila... porque no había más atrás)

 
 
 



Ese día tocó cena frugal en el hotel con cosas que habíamos comprado en un supermercado que había cerca, que por cierto, en EEUU el "super" de supermercado nunca había hecho tanto honor a su etimología. Eso sí, la cena con vino español, allí tienen de todo. 

Al día siguiente, cogimos otra vez el monorail para ir nuevamente al centro financiero de la ciudad, y allí subimos a la torre Columbia, el edificio más alto de la ciudad. Las vistas desde allí son espectaculares y se ve casi hasta donde llega la vista en todas direcciones.










Para el final dejamos lo que más cerca teníamos del hotel, el Seattle Center, un enorme complejo dedica a la cultura, arquitectura vanguardista, deportes y espacios verdes. Allí se encuentra, entre otras cosas, el edificio más emblemático de la ciudad, el Space Needle, el Key Arena o el Experience Music Project, museo dedicado a la música, sobre todo en honor de Jimmy Hendrix, y que se trata de un edificio de lo más singular, diseñado por el famoso arquitecto Frank Gehry, que incluso cambia de color en función de cómo incidan los rayos del sol en él. Con este edificio en particular mi padre se quedó obnubilado, debió de dar varias vueltas al mismo y fotografiarlo desde todos los ángulos posibles. La verdad es que un par de fotografías no hacen justicia a todas las características del edificio.

























Ese último día cenamos en un restaurante griego que estaba cerca del hotel. Bastante bien la comida y bien de precio. Al día siguiente nos despertamos con jarros de agua cayendo del cielo, y nos dirigimos al puerto para coger un Ferry que cruza la bahía y nos llevara a Bainbridge Island, así que nos dispusimos en la cola (de coches) para entrar en el barco. El trayecto dura una media hora larga, por lo que salimos del coche y exploramos un poco el barco. El tiempo no dejaba mucho margen para salir al exterior, y al fondo se veía nuestro destino; el Olympic National Park, un sitio que no pensábamos que sería uno de los platos fuertes del viaje pero...





































































































































No hay comentarios:

Publicar un comentario