miércoles, 26 de octubre de 2016

BIRMANIA XI: Lago Inle

Si viajar por Birmania equivale a adentrase en las páginas de un fabuloso cuento, recorrer el lago Inle es zambullirse, probablemente, en uno de sus capítulos más apasionantes.
Y es que esta alargada gota de agua, con 22 km. de longitud y 11 de anchura, es un paraje encantado donde casi todo puede ocurrir.
Situado a unos 1.300 m. de altitud, rodeado de montañas y con aguas dulces, transparentes y poco profundas, este líquido rincón de Myanmar, perdido en el enorme Estado Shan, goza de un clima agradable y está poblado por multitud de criaturas. Entre ellas, numerosas especies de aves acuáticas -que motivaron la creación de una reserva protegida en 1985-, de peces y, curiosamente de caracoles, muchas de ellas endémicas.


Para disfrutar de este escenario como se merece, tomamos un primer contacto al atardecer, para disfrutar de la puesta de sol. Para ello concertamos con uno de los muchos barqueros, que nos abordaron por la calle, para ese primer día y posiblemente el siguiente completo. Nos recogió a las 16,00 y fuimos caminando hasta el embarcadero, dónde subimos a una de esas largas e inestables canoas motorizadas. Por lo general no llevan asientos, pero cuando se trata de embarcaciones turísticas, los propietarios suelen poner pequeñas sillas plegables para hacer más cómodo el viaje.
Igualmente, junto a cada silla suelen colocar un paraguas, muy útil si la lluvia aparece de forma inesperada, lo cual no debe ser raro, pues nos cayeron dos buenos aguaceros al día siguiente.


Ese primer paseo nos quedamos a la entrada del lago para disfrutar de la puesta de sol, dónde se colocan un montón de barqueros 'postizos' para los que quieran hacerles la foto, haciendo todo tipo de piruetas con la canasta que se usa para la pesca y girando la embarcación.
Nos negamos a ese negocio, hasta que al final tuvimos que claudicar ya que teníamos uno que no se separaba de nuestra canoa y preferimos pagar lo que nos pidió: 2000 kyats, poco más de 1€.
Y es que el problema no es pagar, ya que viene a ser casi una limosna; son sentimientos encontrados: lo de pagar por algo que no queremos que sea fingido, cuándo además, al día siguiente, nos hartamos de ver multitud de ellos en sus canoas, trabajando de verdad, unos pescando,otros cultivando y porque no creemos que sea beneficioso para el colectivo esa manera de ganarse la vida.

Al día siguiente y completo en el lago, decidimos hacerlo con el hotel que nos hacía el mismo precio, porque pensamos que quizás hablase inglés y nos llevaría por el recorrido que le marcásemos, aunque al final tengo que reconocer que nos apenó bastante al decírselo, el hombre seguía rebajando el precio hasta llegar a los 12.000 kyats y aún ahora al recordarlo me persigue el hecho de que, por desconfianza, igual dejamos tiráo a ese infeliz con el dinero que necesitaba para alimentar a su familia.

A las 8,30 nos esperaba en recepción para llevarnos al embarcadero, el nuevo boat driver,
Después de hora y media o más cruzando todo el lago, viendo a los pescadores de verdad, los de los pueblos colindantes transportando todo tipo de productos en las canoas, los reflejos de las montañas, nubes y las casas en el lago.
Nos metimos por un canal rodeado de vegetación, que era una auténtica maravilla.
Me recordó los canales de Srinagar en Cachemira, uno de los lugares más maravillosos del mundo.. y dónde siempre pensé que sería el lugar ideal para encontrarme a mí misma. (Si sucedía que me 'perdiera'....).

 Los protagonistas de éste cuento son los intha. Dicha cultura, mayoritaria en la zona del lago, llegó al parecer del sur del país en el siglo XVIII, huyendo de los crónicos enfrentamientos entre birmanos y siameses. Aunque, como casi todo en esta laguna encantada, su presencia tiene también otra versión: según la leyenda, los primeros intha pisaron la región del Inle mucho antes, en el siglo XIV.
Fueron dos hermanos, que entraron a trabajar a las órdenes de un jefe local.
Éste, encantado con su eficacia, les pidió que regresaran a su tierra y trajeran a 36 familias consigo; supuestamente, de ellas descienden los actuales intha del lago.
Sea como fuere, desde que los primeros habitantes pusieron sus pies en este territorio acuático,  han vivido en él de una manera armónica. Incluso viven sobre las mismas aguas, construyendo sus casas de madera sobre pilares. La parte baja la destinan a embarcadero y la superior, a vivienda, taller o negocio.
Para desplazarse recurren a unas pequeñas embarcaciones que dirigen de una forma inverosímil: erguidos en la popa, apoyados sobre una pierna, como flamencos a la hora del descanso, enrollan la otra pierna en el remo, impulsándolo. De esta manera tienen las manos más libres y, al ir de pie, disfrutan de un mayor campo de visión que les permite esquivar obstáculos y otear las presas potenciales.

Y es que los víveres también les llegan del agua. Como el pescado, por supuesto, que según ellos, en el lago hay más de cuarenta especies de peces, incluida una carpa que alcanza el metro de longitud. Para capturarlos utilizan unas curiosas redes cónicas, con estructura de madera y un tamaño superior al de una persona. La silueta de los pescadores de pie sobre sus piraguas, mientras sumergen sus nasas hasta el fondo para cortar cualquier vía de escape a sus presas, es una de las imágenes características de Birmania.

Pero en el lago también crecen sabrosas verduras. Aprovechando la escasa profundidad de las aguas -apenas tres metros en las zonas más hondas-, los intha se las ingenian para crear auténticas islas flotantes usando lo que otros tirarían.

Recolectan jacintos y otras plantas acuáticas, cañas secas, algas y hasta el lodo del fértil fondo, y construyen huertos de unos dos metros de anchura por hasta cien metros de largo, fijados al fondo con largas pértigas de bambú. Los organizan en hileras, dejando estrechos canales para circular entre ellos. Es una delicia navegar en silencio por esas ''calles'' y contemplar cómo los agricultores, ante la falta de tierra firme, cultivan sus campos desde sus canoas.


El recorrido para todo el día está bastante calculado, aunque no está de más, advertirle que no a las tiendas de souvenirs, ya que ellos tienen comisión, así como p.ej. a la visita de las mujeres-jirafa.
Pues aunque parecía que entendía bien el inglés, luego resulta que siguen haciendo lo que a ellos les interesa y la primera parada que nos lleva dónde las mujeres-Padaung (jirafa en bamar), las cuales desde muy temprana edad, portan un anillo en espiral en el cuello de color dorado, que les deforma el cuello y el trapecio. 

Para su cultura, va mucho más allá de un tema estético o de belleza, pues forma parte de una tradición ancestral que aman y las distingue de otras etnias.

Las Mujeres Jirafa, junto a otras tribus de Myanmar, han sufrido las persecuciones y el asedio por parte del gobierno birmano durante muchos años. 

Al habitar cerca de la frontera con Tailandia, muchas de estas mujeres y sus familias, emigraron, pidiendo asilo político al país vecino y Tailandia, se lo concedió, ofreciéndoles vivir en la parte fronteriza del país en la zona del Triangulo de Oro. A cambio estas mujeres ejercen de atracción turística para los viajeros, pero por lo menos, sobreviven aunque las exploten.

en la zona del lago Inle, ocurre algo similar. Hay unas cuantas mujeres Padaung, que viven en una aldea del lago y que durante el día, posan y hacen tejidos para vender como souvenir a los turistas. Es increíble observar como, estas personas son perseguidas por ser diferentes, pero cuando generan dinero, son válidas, en fin,... lo de siempre: el dinero no tiene ideologías.

Nosotras no nos enteramos dónde estábamos, hasta que entramos a la casa y nos recibieron con una amabilidad increíble y ofreciéndose para que les hiciésemos las fotos.
Nos sentimos muy mal y no nos atrevimos a marchar inmediatamente. Eran tres las mujeres que nos recibieron: la mayor estaba sentada y estaba vigilando el trabajo que hacían las otras dos en unos telares: una especie de chales que luego venden como recuerdos.
Como nos veían con las cámaras y sin intención de fotografiarlas, insistían y una ya me invitó a sentarme a su lado y me echó la mano por encima haciéndole señas a mi amiga que nos hiciera la foto juntas.
No compramos nada y les dejamos 10.000 kyats en una cesta que había por allí. Al marcharnos se asomaron a las ventanas para despedirnos.
Y así, con la gran decepción por el ''circo'' en el que trabajan estas pobres mujeres, dónde está claro que continúan siendo objeto de explotación y expuestas como si de piezas de museo se tratara, para deleite de los turistas.
Encontré un artículo muy interesante para entender lo de ésta etnia:
https://www.elmundo.es/larevista/num111/textos/jirafa1.html


Y a pesar de haberle advertido al barquero, aún nos llevó a otro lugar dónde trabajan la plata.
Ahí ya me tuve que enfadar un poco. Vamos hombre¡ le dejamos claro que no queríamos andar en ese telar de chopping ¡¡ lo que queremos es ver las aldeas, los mercados, los monasterios, pagodas... Hay miles de sitios que no nos va a dar tiempo a ver y él empeñado en los souvenirs. Cuándo no me gustan los viajes organizados, por algo es¡¡ ;)

Luego en Ywama nos bajamos a ver la pagoda Phaung Daw Oo, donde el entorno del buda está 'prohibido a las mujeres' (así lo dice el cartel)

A continuación nos dejó en In Dein, (escrito también Indein o Inthein), es uno de los pueblos más interesantes del entorno del Lago Inle. Después de dejar la canoa en el embarcadero que hay junto a un gran puente, el barquero nos dijo que nos esperaba allí. 
Al otro lado del puente que cruza ese canal, estaba lleno de gente lavándose, niños saltando al agua y muchas mujeres lavando ropa.
Hay que pagar el 'peaje' que se suele hacer en las zonas de turistas y empezamos a hacer el recorrido que es bastante sencillo, (a pesar de ser las únicas que no llevábamos guía).

Apenas unos metros detrás del embarcadero nace una colección de antiquísimas estupas (Nyaung Ohak), muchas de ellas de ladrillo, que se encuentran en un estado de abandono y deterioro importante. Aún así la atmósfera de estas ruinas nos permite adentrarnos como si estuviésemos en el lugar más perdido del mundo. El ambiente recuerda al de los cementerios abandonados y comidos por la hierba y las enredaderas.
Y que nos dio por investigar por aquellos senderos cerrados por la vegetación y de repente y tan próxima que salí zumbando, una serpiente de más de 1 metro de larga, marrón oscuro y es que saltó de un lado a otro de lo que era el camino, ondulándose y derechita como una vela, casi a mi altura y a menos de un metro de distancia.
A partir de ahí y el resto del camino, que aunque era más ancho tenía vegetación a los lados, ya no me atreví a desviarme.. ;)











Llegamos al complejo de santuarios y pagodas al que se puede acceder  subiendo las escaleras de una pasarela techada, con chapa y llena de puestos (que es la que hacemos nosotras) o dar un rodeo por la carretera. De las dos maneras se llega a lo alto de una colina verde para encontrarnos con otra colección de estupas. Se trata del venerado complejo religioso Shwe Inn Thein Paya, donde ya se ha sobrepasado el millar de estupas (siglos XVII-XVIII), aunque muchas de ellas se encuentren reconstruidas 























Si en el tramo que nos traía a Indein , pensaba que me introducía en alguna de las películas de Indiana Jones, cuando alcanzamos el camino del laberinto de estupas, la admiración fue total: la combinación entre vegetación, madera envejecida, el ocre de los ladrillos y las formas puntiagudas me transportaba a las localizaciones más exóticas de la famosa saga.



In Dein es uno de esos lugares a los que hay que ir ya porque tienen fecha de caducidad.
Se trata de un mar de estupas situados en el entorno de la pagoda de Shwe In Dein, también referido como el Complejo arqueológico de Kukka. Si bien el trayecto por el río nos deja estampas insólitas, con distintos poblados típicos birmanos y las escenas del lago, cuando se accede al complejo es cuando uno se da cuenta que ha merecido la pena el viaje






La multitud de estupas adornadas por cientos de pequeñas campanitas que tintinean con el viento y el cielo adornado de nubes, sin nadie que nos importunase a excepto de unos cachorrillos que jugueteaban a la sombra y fue de los lugares sagrados más bonitos y que más disfrutamos.








Volvimos a cruzar el puente hasta dónde estaba nuestro barquero. Eran las 12,30 y en vista de las nubes que había, yo era partidaria de quedarnos allí a comer pues además vimos restaurantes con buena pinta y seguir contemplando el ambiente de gente (niños y jóvenes) que se enjabonaban y se lanzaban al agua., pero no encontré mucho apoyo por parte de mi compañera que dijo que aún nos daba tiempo a ver alguna cosa más antes de comer y el chaval que apoyaba su moción.
Pues nada, a la canoa¡¡¡
No habíamos terminado de sentarnos cuando ya nos sacó los paraguas... ;) La cosa empezó suave, pero según avanzábamos, la lluvia arreciaba y el barquero apretaba más velocidad, con lo cual aquello era de lo más alucinante. Yo que iba delante, paraba con el paraguas lo que venía con más fuerza, a los pies la mochila, que precavida ya le había puesto la funda que tiene y estaba empapada. Sujetando como podía el paraguas, me vestí el chubasquero y bueno ya iba mejor pero de todos modos, jarreaba cosa fina¡¡
A todas éstas, el tipo aceleraba cada vez más y la barca iba saltando. Yo, mialma pensé que en una de aquellas ATPC¡¡.(La traducción sería que realmente creía que iríamos a tomar viento, dicho finamente)
Cuándo paró algo, le hice señas de que había que parar, que no podíamos seguir así y me dijo que el sitio de comer 'five minutes'. (Aquí cuándo dicen que poco tiempo siempre son five minutes,.... luego son fifty¡¡).
Efectivamente, miré la hora y cuándo ya pasaban 30 minutos volví a darle otro aviso. Justo¡ después de 45 minutos llegamos al restaurante y descargando agua a más no poder.¡¡¡
Así fue, que entre recoger cosas, paraguas y no caerme al descender de la canoa, perdí las gafas de sol. (unas ray ban último modelo, jeje)

El restaurante sobre palafitos y lleno de gente, bien situado, pero la comida... bah¡ pedimos ensalada de tomate que estaba buenísima y dos pescados que tenían la forma del rodaballo, pero a saber..
Ana lo comió, pero yo no. .. sabía fatal, cómo a plástico, así que pedí otra ensalada de tomate (que por cierto era verde.. verde cómo una manzana verde).

La clientela era básicamente chinos, chinos de 'Upper Class' y que les gusta alardear de todo lo ricos que son... cuatro o cinco parejas: ellas con tacones, perlas y vestidos de gasa; bueno..era para verlas¡¡

Después de comer volvimos a la canoa, dónde esperaba encontrar las gafas por algún recodo, pero que va. Y, tuvimos que tirar de mapa y poner al barquero en situación porque entre el chubascazo y tal, se había saltado alguna cosilla,...

Lo del mercado de los cinco días del Lago Inle, que consiste en un mercado rotatorio que va cambiando de localización de cinco en cinco días, por lo que siempre se puede tener la ocasión de ir, al menos, a uno de ellos (salvo cuando es luna llena, que no abren ninguno). Uno de los conocidos es el de Ywama, ya que se trata de un auténtico ''mercado flotante'' en el que las cosas se venden desde las canoas, el de Phaung Daw Oo Paya o el de Indein que, aunque terrestres, tienen mucho ambiente.



Un santuario religioso que suma más devociones en el lago Inle es, sin duda, el Phaung Daw Oo Paya, situado a pocos minutos al sur de Ywama y al que se accede desde un ancho canal.
En él se rinde culto a cinco pequeñas imágenes de Buda que, debido al pan de oro que los devotos van añadiendo, han perdido su silueta original para convertirse en amorfas bolas doradas. Pese a su aspecto poco agraciado, las figuras están entre las mas reverenciadas en Myanmar. Su historia y su mito tienen mucho que ver con el agua. Para comprenderlo, merece la pena acudir, entre finales de sept. y principios de Oct, al colorido festival que se celebra en su honor. Durante casi 3 semanas, una enorme barcaza-con forma de ave mitológica y remolcada por otras más pequeñas que impulsan decenas de remeros- lleva cuatro de esas imágenes en procesión. La comitiva, acompañada por multitud de músicos, se detiene en muchos de los templos que jalonan las aldeas ribereñas, donde tienen lugar diversos festejos.
La quinta imagen, la menor de todas, permanece en Paung Daw U. Dicen que, hace muchos, muchos años, el cortejo solía llevar los cinco budas. Hasta que, en una ocasión, un incidente acabó de forma inesperada: el barco volcó y, después de una intensa búsqueda, sólo aparecieron cuatro. Para sorpresa de los fieles, hallaron el quinto Buda de vuelta al monasterio, en su altar y con el cuerpo cubierto de algas. Desde entonces, nunca abandona el templo.


Visitamos un taller de artesanía, de tapices, todo muy de forma tradicional, pero que es el imán para turistas y comisiones que a nosotros no nos aporta nada más que pérdida de tiempo. Parece ser que después de la comida el barquero tuvo una 'recaida'. por más que le dijimos el 'NO SHOPPING, .... estaba de camino al Monasterio del gato saltarín, (Nga Phe Kyaung), una de las paradas que todos hacemos y a pesar de ello, no había casi nadie, otra pareja a lo sumo.
No se sabe desde cuándo, pero los monjes tienen amaestrados a los gatos para saltar por pequeños aros que sostienen con sus propias manos.
Allí se concentra una gran cantidad de felinos que pasean a sus anchas por todo el monasterio así como en el propio interior del santuario donde preciosas figuras shan iluminan un espacio cuidado de madera.
Lo de los gatos es secundario, lo bonito es ese rincón del lago.















Estos monjes llegaron al Monasterio al poco que nosotras y las dos o tres mujeres que estaban por allí, se pusieron a barrer y a hacerles genuflexiones varias.
Ellos se movían por el Monasterio con toda la pinta de ser los jefes del 'garito' ;)















Y por último los Jardines Flotantes, en los costados del lago, así como en muchos de los canales que nacen del mismo, son aprovechadas por los intha y los shan al máximo para cultivar tomates,
calabacines y buena parte de las verduras y hortalizas que utilizan. Mediante un sistema de ''jardines flotantes'' la agricultura está garantizada en el lago, aunque para recolectar los frutos haya que utilizar las canoas. Es un trabajo minucioso que se puede observar mañana y tarde en los alrededores de las principales aldeas del lago Inle.

Estaba ya oscureciendo y fue la mejor de las despedidas del lago, entre aquellos canales llenos de vegetación.







































Y cuándo ya salimos al amplio lago, de repente se oscureció por completo, veíamos la tormenta que se acercaba y nos perseguía.
Otra vez, de nuevo a la carrera y pegando el viento. Vuelta a sacar el chubasquero más que nada por el fresco que hacía, que con el viento se inflaba y pensé ''en una de estas me levanta y salgo volando''.
Me giré por si había alguna señal del sol y madre mía¡¡ estaba cayendo una buena y muy, muy cerca de nosotros.







Así que después de un día tan intenso, visita al 'Beauty Salon', al lado del hotel y cena de despedida en el mejor restaurante del lugar, que ya nos recibían como si fuésemos de la familia.

RECOMENDACIONES:
-al contratar la excursión por el lago dejar muy claro lo de NO SHOPPING
-no pagar ningún donativo a los pescadores por hacerles fotos. Si es así es que cambiaron la cesta de pesca por otra, que convertirá al lago Inle en un circo y pierda su autenticidad.
-evitar los lugares o shows dónde el reclamo del negocio sea las mujeres jirafa (es denigrante ese espectáculo que explota la vida de muchas mujeres y niñas con el objetivo de recaudar dinero a los turistas. Lo que siempre fue una tradición durante siglos en ciertas zonas de Birmania, se ha convertido en un circo de auténticas esclavas.
-Kakku, el bosque de estupas, a menos de 3 horas de Nyaungshwe (75km.). Un coche con conductor, (32€), parando en Taunggyi, la capital del estado Shan, ya que hay que abonar allí en una oficina las tasas (3$/persona y 5$/coche) con las que se obtiene el permiso para Kakku, así como la compañía de un guía local Pa-O que se ocupa de mostrar un recinto arqueológico vetado al turismo durante décadas.












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