jueves, 20 de octubre de 2016

BIRMANIA VI: Mingún







Como todos los días, habíamos quedado que el taxi nos recogiese en el hotel a las 8:30 pues la salida, en este caso del barco para Mingún es a las 9.





Los billetes los sacamos en el embarcadero, (Mandalay Jety),que por cierto es un tablón de 20 cm. para pasar al primer barco y así de uno a otro y a otro... hasta llegar al quinto, que era el que nos llevó hasta Mingún.
Lejos de considerar este puerto como los occidentales que conocemos, se trata de una sucesión de barcos amarrados en paralelo a los que se accede a través de unas rampas -más bien tablones de madera- que los operarios colocan para la ocasión.

Se salta de una embarcación a otra hasta llegar a la que nos llevaría a  Mingún























 A once km. al norte de Mandalay y en la otra orilla del Ayeyarwady.
Mingún es la visita casi imprescindible de los alrededores y la que más tiene que ofrecer.
El ferry cuesta 5.000Kyats (3€) y tarda algo más de media hora en llegar a Mingún.




En el trayecto volvemos a ver las cabañas de los campesinos y a ellos trabajando en los campos, mezclados con las pagodas.
 Las mujeres lavando, los niños jugando y bañándose: la vida en la orilla del Irawadi.


 Mingún es una excursión perfecta para dedicar una mañana.
Solo hay un ferry turístico al día, por lo que hay que estar en el muelle antes de las 9 y la vuelta puede variar dependiendo de la estación. Conviene asegurarse al llegar pues dependiendo de la época puede ser entre las 13:30 y las 16:00.



Mingún no fue la capital de ningún reino, pero tiene su importancia histórica y conserva los monumentos más interesantes.

Es  un pueblecito muy pequeño, a lo largo de la orilla y con abundantes puestos de té, algún restaurante y tiendas de artesanía y muchos niños.

Al descender del barco y a la derecha enseguida nos topamos con la pagoda Pondawpaya, en la misma orilla.




Al llegar, como en la mayoría de los sitios, hay que pagar una tasa de 5.000kyats para poder visitar la Hsinbyume Pagoda, Mingun Paya y la campana.

Todo se encuentra a una distancia fácil de recorrer a pie.

Lo más impresionante es la pagoda de Hsinbyume, cubierta de cal blanca y con sus características formas onduladas, cómo una tarta.

Y es la más bonita y lo más interesante porque la Mingun Paya es una enorme pagoda inacabada y agrietada por el paso del tiempo que no merece mucho la pena y la campana tampoco le vi nada especial más allá de ser una campana.



















La pagoda Settawya, de principios del XIX y cuyo relicario guarda una huella en piedra del pie de Buda.







Y como en todos los sitios también hay taxis, en este caso tirado por vacas.











La Mingún Pagoda es una inmensa estructura en ruinas de color ocre y con una gran y bella puerta blanca.

Las grietas que rompen la fachada se deben al terremoto de 1838, que terminó definitivamente con el proyecto comenzado por el rey Bodawpaya en 1719 para construir la pagoda más grande del mundo.








La enorme pila de ladrillos que yace en la base del monumento se desprendió en el corrimiento de tierras aunque las obras ya se habían paralizado a la muerte del rey en 1819.

La base de la pagoda -lo único que queda en pie- mide más de setenta metros de largo y se eleva hasta los cincuenta metros.











Una escalera lateral conduce hasta el tope, desde donde hay una magnífica vista de los monumentos de la zona, el pueblo y el Ayeyarwady.




Y subir a la hora en que el sol aprieta y descalzos, por esos ladrillos rojos, que quemaban como el fuego,  la verdad que es un sacrificio para ofrecer.

(Y no está permitido entrar en los monumentos religiosos con calcetines)
















 En Mingún, no hay ningún alojamiento y tampoco está permitido,en teoría, que los extranjeros pernocten, pero es agradable recorrer sus callejuelas y también hay algún sencillo restaurante.


































 Estuvimos callejeando, pero hacía tanto calor, que si no era por sombra, costaba trabajo aguantarlo.

Paramos a tomar algún fresh fruit (que son los zumos de fruta natural) y regresamos a la zona del embarcadero, pues habíamos visto mucha animación al llegar.






Y, efectivamente, allí con las mujeres lavando y tendiendo la ropa a secar, los niños bañándose y jugando, agotamos el tiempo que nos quedaba hasta la hora del regreso a Mandalay.







Hoy era la última tarde en Mandalay.


Yo decidí ir a la peluquería. Y comprar el Principito para mi amiga Eva.

La peluquería como siempre:  hora y media de auténtico placer. Primero tumbada en la camilla una hora de lavado y masaje. El lavado de cabeza, pero el masaje incluye hombros, cuello, brazos, manos....y por supuesto, cabeza. Eso una hora larga y luego ya sentada, el marcaje con secador. (3,60€)










 Lo del Principito,  tengo que aprovechar en las ciudades grandes, así que después de buscar una librería, costó que me entendieran, pero al final sí. Y lo tenían¡¡¡ (entre medias me sacaron silla, té y conversación) :-)


 Y también fue el día que nos despedimos con una buena cena y las marionetas.

Además descubrimos que el chico de recepción, al cual llamábamos `Tady' (por su pronunciación de thirty), se enrolló y nos había buscado un taxi, que luego descubrimos que no era tal, era un amigo suyo, pero nos paseaba por Mandalay por mitad de precio.




Nos resultó más triste la despedida de Mandalay que de Yangón.

Aunque es una ciudad más pequeña, tan ruidosa y caótica como todas, muchas calles sin asfaltar, que parece que están en obras, nos encontramos muy a gusto. Tiene un encanto especial.




2 comentarios:

  1. Tienes el don de saber poner cada cosa en su sitio y dar el "toque" de luz adecuado a cada fotografía. Bien por ti.

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    1. Ufff... Julio¡ tu también sabes decir las palabras adecuadas en cada momento, eres un solete. Te quieroooo¡¡¡¡

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