viernes, 2 de noviembre de 2012

Muang Ngoi Neua

Días 2 y 3 de Noviembre 2012.

Tras una hora de plácida navegación llegamos a Muang Ngoi.
(La plácida navegación porque sólo fué 1 hr., para muestra la foto de abajo..)

 El espectáculo desde el barco es magnífico; altos picos llenos de vegetación rodean el enclave del pueblo, situado en el margen este del Nam Nou, del que se aprecian las casas que dan sobre el río en medio de árboles y plantas; el muelle, al igual que en Nong Khiaw, consiste en un escalera de cemento que desemboca en la calle principal, de tierra, y a ambos lados, siguiendo la línea de la orilla, se extienden restaurantes, casas, y alojamientos.

A Muang Ngoi sólo se puede llegar en barco, no está comunicado por carretera con otros lugares; desde Nong Khiaw al sur o desde Muang Khoua al norte ( 4 ó 5 horas). Aquí no llegó aún la electricidad y sólo se dispone de luz de 18 a 21,3h aproximadamente suministrada por generadores. Todo llega y sale a través del río en las barcas que vemos continuamente.

Lo primero era buscar alojamiento. Los viajeros de la barca se desperdigaron en un momento y todos estaban haciendo lo mismo que nosotros. Fué en ese momento cuando perdimos la pista de Guada y Javi. Miramos en las dos primeras casas a la derecha de la escalera del muelle pero no nos gustaron mucho así que fuimos en busca de Aloune May, de la que teníamos referencias por la guía, y resultó ser un lugar precioso, en medio de un jardín, con unas habitaciones amplias, con terracita al jardín, hamaca, etec.., no tenía vistas al río pero sólo estaba a unos metros por lo que decidimos quedarnos allí.


Una vez instalados tocaba comer y tomarse unas cervezas frescas. El sol pegaba bien fuerte y teníamos mucha sed. Fuimos al restaurante Ning Ning, a la derecha del embarcadero, yendo por la calle principal, en la orilla del  río y creo que con las mejores vistas; no había nadie y lo primero era la Beer Lao que para nuestra sorpresa, recuérdese que solo hay electricidad de 18 a 21.30, estaba bastante fresca ( aunque en Laos la cerveza, salvo  excepciones, no la sirven tan fría como en España) ; supongo que la tenían entre hielo o bien tenían algún frigorífico funcionando con gas o con un generador propio o con placas solares como las que habíamos visto en la parte de atrás de nuestro alojamiento y que permitían tener agua caliente. Una buena comida, con vistas excelentes, y como hacía mucho calor todavía decidimos descansar unos minutos antes de hacer una visita al pueblo y ver la puesta de sol.

Nuestro alojamiento.
 A ambos lados de la calle principal  hay casas, alojamientos, tiendas  y ,al fondo, dirección norte, un templo budista, sencillo pero muy atractivo al estar rodeado de una vegetación tropical. Los niños jugaban por la calle, algunas mujeres sentadas junto a una mesa , en la misma calle, jugaban a  una especie de cartas y bebían cerveza ( las volvimos a ver más tarde y ya tenían un buen número de botellas vacías; en esta ocasión también bebían hombres), otros permanecían en sus casas, una mujer estaba en tu telar haciendo los tejidos típicos de esta zona,  o en la hamaca dejando pasar el tiempo.
Tras el tanquilo paseo nos dirigimos al Ning Ning para tomar otra cerveza y contemplar desde aquella atalaya privilegiada como el sol se iba escondiendo tras los picos proyectando tonos y sombras sobre el pueblo, el muelle, y los bellísimos alrededores. Algunas barcas llegaban y salían aunque la oscuridad empezaba a adueñarse del valle.

Regresamos al hotel, iluminándonos con los móviles ( los tres habíamos traido linternas pero las habíamos dejado en el equipaje, en Luang Prabang....y eso que sabíamos que aquí nos harían falta) a la espera de que llegara la luz para ducharnos para ir después a cenar.


Al quitarse el sol, esa noche, refrescó bastante hasta el punto de que, por primera vez, hacía falta un jersey. Al dirigirnos al Ning Ning para cenar nos encontramos por fin con Guada y Javi que querían mirar en una agencia local para hacer una excursión al día siguiente ( al final decidieron hacer kayac) y nos comentaron que se habían encontrado con otros españoles y que también cenarían con nosotros.





Así pues, a la hora de cenar nos juntamos unas cuantas personas: aparte de nosotros tres y los mencionados Guada y Javi también estaban  Andreu y Silvia ( pareja,de Barcelona), María , conocida de Guada que no había visto desde hacía mucho tiempo y Roland (alemán, creo recordar). Estos cuatro viajaban juntos desde hace varios días. La cena fué muy entretenida, contando cada cual historias de este país, de los lugares que habíamos visto y los que pensábamos ver y sobre los motivos de cada uno para viajar. Ellos, me refiero a los cuatro mencionados, ya llevaban mucho tiempo viajando y pensaban hacerlo todavía mucho más. No sé si el término mochileros es el adecuado para describirlos pero creo que explica en cierto modo esa forma de viajar mucho tiempo con poco dinero ( que nos resulta muy querida porque nuestros primeros viajes, hace ya muchos años, aunque no eran tan largos si tenían una duración estimable) lo que obliga a buscar los alojamientos más baratos y los sitios para comer más asequibles. Lo cierto es que sus relatos nos hicieron recordar aquellos tiempos.
En el caso de Silvia y Andreu decidieron hacer un largo viaje (sobre seis meses creo recordar) para buscar una orientación a su vida y lo cuentan en su blog http://desorientats2012.blogspot.com.es/ . En el caso de Roland se trata de una viajero empedernido amante de la fotografía, en este enlace podreis ver sus fotos de los muchos lugares en los que estuvo : http://www.flickr.com/photos/englhofer/sets/   Quedamos para desayunar al día siguiente en un lugar, en la calle principal, donde ponían un desayuno buffet, en el que los precios eran muy buenos según habían podido averiguar.




Un trekking sobre la marcha.

Desayunamos a las 7,30 y no apareció nadie de la noche anterior ( lo hicieron más tarde, según supimos después) y no nos gustó nada el sitio; era cierto que era un buffet pero vimos una falta de higiene tal que no disfrutamos nada del desayuno.

Nuestro plan del día consistía en realizar una caminata por los alrededores  llegar a unas cuevas situadas a 5 kms. Así que nos pusimos en marcha y en pocos metros salimos del pueblo y empezamos a seguir un camino en medio de árboles y vegetación, cosa que se agradecía porque el sol empezaba ya a pegar con fuerza aunque era temprano. Al cabo de un km. el camino transcurría paralelo a un río y como fondo se veían campos de arroz y las conocidas montañas. Justo antes de llegar a las cuevas hay una caseta en la que tuvimos que pagar una pequeña cantidad , a modo de entrada, que sirve ayuda a las comunidades que encontraríamos a partir de ahí; ya se divisaba desde allí una de las cuevas a la que nos asomamos sin entrar al interior porque no llevábamos linternas y porque también carecen de interés salvo el saber que fueron ocupadas durante la guerra de indochina para ocultarse de las tropas francesas. Junto a la cueva un puente de juncos de bambú llevaba a la otra orilla donde había una casa y un extenso campo de arroz en el que estaban trabajando; recogían los haces de arroz y los despositaban en un montón y allí varios hombres sacudían los haces para extraer los granos que caían sobre una lona azul. Las escenas eran realmente hermosas y pudimos observar esas tareas con tranquilidad durante un buen rato. La casa también tenía una terraza en la orilla del río y era una especie de restaurante y tomamos unos tés laosianos. La señora también tenía un telar y nos mostró como hacía los tejidos que también vendía; le compramos un pequeño recuerdo de lo que ella hacía.
Cruzamos de nuevo el puente y continuamos camino. A menudo íbamos por el medio de parajes selváticos, ascendíamos un poco, bajábamos y así durante un buen tramo disfrutando del olor dulzón de la selva y de los paisajes. En un momento dado vimos una bifurcación: a la derecha señalaba un restaurante y a la izquierda no había indicación alguna. Nosotros pretendíamos llegar hasta unas cascadas y no sabíamos a que distancia estaban ni en que dirección así que decidimos ir por la izquierda. Después de bastante rato llegamos junto a otro riachuelo (más pequeño que el anterior) junto a un gran pico con paredes verticales de piedra. Otra vez una bifurcación: a la derecha señalaba un restaurante ( el mismo sin duda) a 15 minutos y a de frente solo habían un camino se adentraba en campos de arroz. A lo lejos vimos que alguien venía con un saco de arroz al hombro. Venía del otro lado del río y lo cruzó y llegó junto a nosotros y depositó el saco junto a otros que había allí. Era una mujer joven la que había transportado aquel pesado saco sabe Dios desde que distancia. Intentamos levantar el saco y realmente no podíamos ni moverlo apenas unos centímetros del suelo. Le ofrecimos un botella de agua de las que llevábamos y la aceptó. La imagen de la mujer con el saco era interesante desde el punto de vista fotográfico pero no me atreví a hacerle ninguna foto, tal era el esfuerzo que debía realizar que no me parecía muy ético hacerle fotos. Decidimos que no iríamos por la izquierda porque no sabíamos adonde nos llevaría aquel camino por lo que sólo teníamos dos opciones:volver sobre nuestros pasos  y deshacer el camino andado ( cosa que no nos gustaba por no repetir el camino ) o ir hasta el restaurante para ver si desde allí podíamos regresar por otro camino.


No fueron 15 minutos, sino unos 40 minutos, los que tardamos en llegar al lugar anunciado. Ya era la hora de comer, el sol caía a plomo en aquella parte del camino, menos protegida por la vegetación, y ya llevábamos muchas horas caminando por lo que la vista del valle tan espectacular que apareció ante nuestros ojos fué un bálsamo: una llanura grande, toda llena de arrozales, con casetas desperdigadas aquí y allá, que usan los lugareños para guarecerse del sol o la lluvia mientras descansan del trabajo, o para comer o guardar herramientas, toda ella rodeada de los bellísimos picos kársticos, un cielo azul intenso y unas pequeñas nubes muy blancas; aquella paleta de colores, verde, azul, amarillo,...componían un cuadro que nos impresionó.

El restaurante estaba en un pequeño poblado que, situado en una loma baja, dominaba todo el valle que describí antes. En realidad era una plataforma de bambú y madera, con una cubierta, con bancos y  mesas, todo al aire libre y con las vistas sobre los campos de arroz que estaban a sus pies. Toda esa construcción, hecha con elementos naturales, nada de cemento, ni plástico, se integraba perfectamente en el paisaje y estar bajo aquella sombra, lo que supuso sentir un fresco delicioso, viendo el valle suponía, en aquellos momentos, sentirnos como si estuviéramos en el paraíso.


Sentados allí, en la sombra, veíamos todo el valle y, unos doscientos metros más allá, un buen grupo de personas estaban desprendiendo el grano de arroz y tenían ya un montón de gran tamaño; al poco pararon para comer en un tendejón improvisado con unos palos y un plástico azul, grande, a modo de techo; a lo lejos, caminando sobre los camino de tierra que delimitaban los bancales de arroz, se veía gente que venía de otros campos.
Esto que para nosotros era un paraíso para los lugareños no era más que su medio natural, en el que habían nacido y en el probablemente morirían sin haber ido mucho más lejos que a algunos pueblos de las cercanías; algo cotidiano que dudo mucho consideraran como un paraíso. El arroz era la base de su alimentación y dependían de él para alimentarse todo el año o para venderlo e intercambiarlo por otras mercancías. Ahora, cuando como arroz, siempre me surge esa imagen bella, pero llena de esfuerzo, de aquellos campos dorados.
La señora del "restaurante" nos recibió con la amabilidad habitual de los laosianos. Tenía cerveza, pero no estaba fría, así que decidimos beber zumo o té; comimos lo que elegimos de una carta que nos mostró ( una lista de los platos con los precios) y quedamos satisfechos; en realidad el verdadero alimento, en aquellos, momentos era el descanso en aquel precioso lugar.
Al poco vimos que por los caminos que había entre los campos, llegaban cuatro o cinco extranjeros que habían tomado el camino que nosotros habíamos desechado en la primera bifurcación; así que estaba claro que nuestros regreso sería por ese lugar y no tendríamos que volver por donde habíamos venido.
Como pudimos, porque la señora no hablaba nada de inglés, averiguamos que las cascadas estaban a dos horas de camino de allí, más arriba, por lo que desistimos de ir a verlas ya que nos quedaba un buen trecho de vuelta y sabíamos que en el Bolaven ( que visitaríamos unos cuantos días después) tendríamos la ocasión de ver las cascadas más hermosas del país. Comidos y descansados iniciamos el regreso caminando entre los bancales; nos cruzábamos con campesinos de estaba a su labor y al cabo de un tiempo el camino daba con un río, sin puente para cruzarlo, por lo que tuvimos que descalzarnos y vadearlo ( no era profundo y se agradecía el agua tibia en los pies) para continuar el camino en el otro lado. Pasamos un rato en la sombra del río observando los cientos de mariposas que se posaban y revoloteaban por allí. Fué otro buen momento. A partir de allí el camino transcurría en medio del bosque por lo que se hizo muy agradable y al poco tiempo llegamos a la primera bifurcación; sin duda este camino para llegar al restaurante y poblado era mucho más corto y al haber elegido el otro habíamos dado  un gran rodeo del que, desde luego, no nos arrepentimos porque nos permitió ver otras cosas. En poco más de una hora llegamos a Muang Ngoi. Habíamos empleado todo el día en el "paseito". Mientras las chicas se fueron al hotel para relajarse y ducharse yo fuí hasta el muelle para ver el comienzo del atardecer y en ese mismo instante ví y a Guada y Javi que llegaban, remando en su kayak; habían paso el día en el río. Nos citamos para la cena y tras hacer algunas fotos del atardecer regresé al hotel. A la hora de la cena, ya habíamos empezado a cenar porque tardaban en llegar, cuando  Javí se acercó para decirnos que Guada no se encontraba muy bién y que no vendrían a cenar.
Quedamos para el día siguiente para el que habíamos hecho los planes para llegar a Luang Prabang bajando por el río. Pero esto corresponde al siguiente capítulo.





























El " restaurante"





























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